lunes, 25 de noviembre de 2013

Globalización

Chile, al igual que el resto de los países de América Latina, vive un momento crucial ante el fenómeno de la globalización.

La profundización de las políticas económicas neoliberales ha representado un proceso de importantes cambios, no sólo en las estructuras sociales y económicas, sino que también en la naturaleza misma de la vida cotidiana del ciudadano Chileno.

El Estado ha tenido que enfrentar una transición política y económica marcada por la fricción originada entre las legítimas demandas sociales y las trabas al funcionamiento democrático heredados de la dictadura militar. El modelo económico neoliberal ha permitido imponerse como una verdad única e inamovible, de ahí que se ha hecho un imperativo social de la mayor importancia la respuesta propositiva de los sectores sociales, especialmente, los trabajadores sindicales organizados.

Las políticas de globalización constituyen un desafío colectivo porque lo que está en juego es el futuro del país, y de la humanidad, por esto es que se hace urgente la intensificación del diálogo y el estrechamiento de los vínculos entre la teoría y la acción social efectiva.
Chile, mediante la globalización, se ve en desventaja en comparación a los países desarrollados debido a los tratados de libre comercio, difícilmente llegue a ser un país independiente en lo que se refiere a economía, debido a que con esto no se deja pasar materia prima elaborada, ya que el país desarrollado se encarga de hacer subir sus impuestos cuando los chilenos quieren comercializar sus productos provocando con esto un descenso en la misma.

La revolución mundial en el ámbito de las telecomunicaciones y de la informática ha contribuido por una parte a la interconexión de los mercados; el término del proteccionismo en muchos países de la región ha estimulado la inversión y sed ha incrementado de una manera considerable el intercambio de bienes y servicios. Por otra parte, Muchos países muestran con satisfacción y orgullo indicadores macroeconómicos positivos como resultado de esta economía global.

La globalización neoliberal ha contribuido a una mayor concentración de los activos en pocas manos, no sólo del capital extranjero, sino también de los grandes empresarios chilenos. Unos 90 grupos financieros controlan la mayor parte de las grandes empresas. El 10% de la población más rica del país ha aumentado fuertemente su participación en el ingreso nacional en los últimos 30 años. 

El Tratado de Libre Comercio entre Chile y Estados Unidos profundizará la trasnacionalización de la economía chilena. La inversión foránea directa, uno de los objetivos del Tratado, no es la única fuente de capital procedente del exterior. Economías que han experimentado un formidable desarrollo han recurrido muy poco a este tipo de inversión foránea, mas bien la han limitado estrictamente. En general, será preferible recurrir al crédito externo como complemento para financiar inversiones rentables de las empresas nacionales en vez de fomentar la instalación de las multinacionales. 

En materia de recursos naturales, un dominio preferente de las inversiones extranjeras actuales, debe extenderse el principio constitucional de que los recursos naturales son de posesión plena del Estado, sin perjuicio de formas limitadas de concesión a privados.  Chile requiere de un Proyecto Nacional de Desarrollo. El PND nos debe instar a regular respetuosamente nuestro intercambio con la naturaleza. Esto implica reanudar la estrategia industrializadora, interrumpido hasta hoy, pero adaptado a las perspectivas del siglo XXI.  Se deben caducar las concesiones onerosas, desarrollar un fuerte sector público, delimitar y garantizar el desarrollo de las distintas áreas de propiedad, estatal, regional, municipal, social, privada, mixta, de cooperativas y de trabajadores.

Esto significa una nueva estructura de ingresos, tributarios y otros que transfiera recursos desde los sectores minoritarios hacia los programas sociales y hacia la inversión productiva pública.  Redistribuir es tarea políticamente difícil que será resistida por los afectados, por todos los medios. Por eso se requiere contar con apoyo de una amplia mayoría nacional. Se necesita un nuevo Estado que se haga respetar, con autoridad moral, pero nada autoritario y muy participativo, un poder transparente y sometido al control ciudadano.

Pero la soberanía no puede ser un camino solitario, al margen de nuestros vecinos y hermanos. Nuestros estados latinoamericanos en alianza con los del mundo en desarrollo, más el apoyo de los movimientos y gobiernos solidarios del primer mundo, pueden constituir una fuerza capaz de abrir paso a otro mundo posible, a una nueva vía hacia la integración mundial, pacífica, democrática y justa.




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